Alejandro Sánchez: “no estamos acostumbrados a niveles de luz tan grandes como estamos experimentando ahora y la naturaleza tampoco”

El reconocido académico español y especialista en contaminación lumínica conversó con Fundación Cielos de Chile sobre los principales desafíos a la hora de medir el impacto de la luz artificial en los cielos oscuros.

Alejandro Sánchez, es astrofísico de la Universidad Complutense de Madrid y recientemente estuvo de visita en Chile para exponer en el Seminario de Medición de Contaminación Lumínica en Chile 2024, organizado por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. En conversación con Fundación Cielos de Chile, el autor de múltiples publicaciones en modelamiento y medición del brillo del cielo nocturno, abordó los principales desafíos a la hora de calcular el impacto de la luz artificial.

De acuerdo al especialista, la tecnología actualmente no es un limitante, ya que hoy existen herramientas al alcance de todos que permiten hacer estos registros. “Lo primero que tenemos que hacer es ponernos de acuerdo entre los científicos en qué queremos medir, no tenemos limitaciones tecnológicas, realmente un teléfono móvil o una cámara reflex pueden medir la luz muy bien. Tenemos que ponernos de acuerdo en cómo, qué, cuándo, dónde vamos a medir y eso es uno de los problemas esenciales”, afirmó.

A juicio del investigador, en Chile se ha avanzado en políticas públicas en línea con lo que es la evidencia científica, sin embargo, advirtió que las instituciones políticas y científicas suelen estar más interesadas en el problema de la contaminación lumínica que la sociedad civil y las personas, por lo que se requiere educar a la ciudadanía en la importancia de esta temática para que estas políticas tengan éxito.

La contaminación lumínica según Alejandro Sánchez

Para comprender los desafíos en el ámbito de la contaminación lumínica en Chile, especialmente de cara a la implementación de la Nueva Norma Lumínica en octubre de este año, es necesario primero entender qué es la contaminación lumínica y su impacto para las personas, la biodiversidad y la calidad de los cielos para la observación astronómica.

“En la práctica, se asume que cualquier introducción de luz artificial en el medio ambiente nocturno es contaminación lumínica. Lo que pasa es que esta es una definición académica, pero de manera práctica, como no vamos a dejar de iluminar, se usan otras definiciones que son más enfocadas a reducir la luz que no es útil. Pero realmente toda la luz contamina”, ilustró Alejandro Sánchez. 

Respecto a esto último, el astrofísico subraya que las condiciones naturales para los seres humanos no incluyen la presencia de la luz artificial, por lo que el uso de esta evidentemente tendrá un impacto. Además, cuanto más presencia del color azul tenga una fuente lumínica, mayor será el impacto.

“No es que la luz azul no esté en la naturaleza, solo que no tiene un componente tan intenso. Nosotros no estamos acostumbrados a los niveles de intensidad tan grandes como estamos ahora mismo experimentando y la naturaleza tampoco. Por ejemplo, la luna llena solamente dura tres días, y si el nivel de iluminación de la luna llena tiene efectos dramáticos en los ciclos de los animales, la luz que nosotros metemos, que es mucho más potente, por supuesto, va a tener un muchísimo mayor impacto”, describió.

Sin embargo, dado el creciente sentimiento de inseguridad de la población, la demanda es por espacios más seguros, que tienden a confundirse –de acuerdo al académico– con espacios sobre iluminados. Frente a esto, argumenta que: “Tenemos que darnos cuenta de qué nivel de iluminación es realmente necesario para sentirnos seguros. No se sabe jamás de una farola que haya detenido un crimen o un criminal, si tenemos mucha evidencia de cómo la iluminación muchas veces favorece el crimen, aunque sea contra intuitivo”.

La propuesta de Alejandro Sánchez para generar una mayor conciencia en la población es empezar a experimentar la oscuridad. “El miedo de los niños a la oscuridad es un instinto porque los humanos somos seres diurnos y tenemos una cierta vulnerabilidad nocturna. Todas las películas de terror son de noche porque tenemos ese instinto y los directores de cine lo saben”, explicó.

Pero además, desde la academia, cree que es importante impulsar proyectos de ciencia ciudadana que conecten a las personas con este problema. Sobre esto señala que: “si queremos ver un problema como la contaminación lumínica o comprobar cualquier otro tema social, qué mejor que nuestros cómplices sean los propios ciudadanos que queremos que se concienticen sobre lo importante de esta contaminación. Qué antídoto mejor contra las conspiraciones que los propios ciudadanos participen y vean el paso a paso de una investigación”, finalizó.

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