Columna de Astronomía | Observatorio La Silla: Un lugar donde los momentos se inmortalizan

Columna publicada originalmente en Emol.com

 

A mediados del siglo XX representantes de instituciones en Europa y Norteamérica visitaron las regiones de Atacama y Coquimbo para encontrar el lugar ideal para instalar observatorios astronómicos en el hemisferio sur. Buscaban donde asentarse para observar lo que era esquivo desde latitudes al norte del ecuador, como partes del centro de la Vía Láctea y las Nubes de Magallanes. Las características geográficas, climáticas y políticas del país habían sido divulgadas por científicos nacionales de la época: Chile ofrecía un desierto extremadamente seco, donde existían cerros con alturas sobre los 2200 metros sobre el nivel del mar y patrones de clima auspiciosos para la astronomía, una buena infraestructura y apoyo de parte del Estado.

La Organización Europea para la Investigación Astronómica en el Hemisferio Austral (ESO) firmó un convenio con el Estado de Chile hace 60 años para la construcción e instalación del Observatorio La Silla en el cerro conocido anteriormente como Cinchado. Dicho convenio describe acuerdos sobre la construcción, dotación e instalación del observatorio, de la entrega de estudios por parte de Chile sobre el territorio, y facilidades otorgadas como exenciones tributarias, reconocimiento de la personalidad internacional de la institución, e inmunidades para sus miembros. El telescopio fotométrico ESO 1-metro fue el primero en tomar imágenes de cúmulos estelares y las Nubes de Magallanes desde La Silla en 1966. Dos años más tarde, dos telescopios con gemelos en Francia realizaron sus primeras observaciones: el Grand Prisme Objectif capaz de obtener espectros de múltiples objetos al mismo tiempo, y el ESO 1.52-metros especialmente diseñado para la espectroscopia estelar y astrofotografía.

Sin embargo, no fueron los primeros ojos que observaron desde La Silla ni los que generaron imágenes de lo que veían.

Bajando por el costado noreste de donde está el telescopio ESO 3.6-metros, se encuentra la quebrada Los Tambos, y en ella unos cientos de bloques de granito y andesita con grabados. El arqueólogo Hans Niemeyer y el astrónomo Dominique Ballereau nos cuentan sobre este arte rupestre en un artículo de 1996, donde clasifican los diferentes petroglifos en dos rubros: biomorfos y signos geométricos abstractos. Los posibles creadores de los grabados pueden haber pertenecido al Complejo Cultural El Molle, pueblo precolombino que se desarrolló en parte del Norte Chico entre el 300 a. C. y 700 d. C. Los signos geométricos se distinguen como círculos, espirales, enrejados y grecas, agrupados algunas veces en grabados completamente abstractos que ocupan casi toda la superficie del bloque, imágenes que son el resultado quizás de prácticas con substancias psicotrópicas. Entre los grabados biomorfos, incluso para los ojos no entrenados, es fácil distinguir figuras antropomorfas y de camélidos.

Mi panel favorito muestra una interacción entre biomorfos: dos figuras humanas con camélidos de diferentes tamaños en filas bajo un círculo pequeño concéntrico del que salen múltiples rayos que traspasan un círculo exterior, lo que a mi apreciación representaría al sol. Junto a esa figura, hay otro círculo del que también salen rayos que finalizan en un círculo exterior, que para mi es la luna. He ido varias veces a La Silla a observar con el telescopio NTT y el 3.6-m y una de mis cosas favoritas durante el día, aparte de la máquina de helados, es buscar los animales que se encuentran en el observatorio. En la actualidad, burros y vizcachas son bastante comunes, y he tenido la suerte de ver guanacos solitarios entre las cúpulas o en grupos trasladándose de un lado al otro del camino al observatorio, tal como son mostrados en el panel.

No es posible saber si lo que muestran los paneles grabados ocurrió en La Silla o qué realmente querían comunicar quiénes los realizaron, pero sin duda eligieron ese lugar, a más de 1900 metros sobre el nivel del mar, para inmortalizar un momento, lo mismo que hicieron y hacen las cámaras de los telescopios del observatorio, al principio en placas fotográficas y ahora en imágenes CCD. La Silla es entonces un lugar donde el pasado se inmortaliza, donde momentos en el tiempo pueden ser apreciados, ya sea en arte rupestre o en la observación del universo, que siempre será una imagen del pasado ya sea de una estrella, un cúmulo o una galaxia, por la velocidad constante a la que viaja la luz. Es un lugar donde dos disciplinas que estudian el pasado, astronomía y arqueología, se encuentran. El 27 de junio de este año se publicó en el diario oficial de Chile el decreto que identifica La Silla entre las áreas con valor científico y de investigación para la observación astronómica. Y así como se deben proteger los cielos oscuros en dicha zona, sin duda es necesaria una nueva Ley de Patrimonio que proteja el arte rupestre del sector como patrimonio arqueológico desde una mirada amplia, no sólo desde lo histórico-artístico, que actualice la ley de 1970.

Autora: Bárbara Rojas-Ayala

Es Ph.D en Astrofísica de la Cornell University (Estados Unidos). Actualmente se desempeña como académica del Instituto de Alta Investigación (IAI) - Universidad de Tarapacá e investigadora del Centro de Excelencia en Astrofísica y Tecnologías Afines CATA.

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